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Reflexión sobre el discurso de Juan Pablo II en Castel Gandolfo sobre el tema de la procreación responsable
Octubre 1983
[ ]

 “La pareja, incluso en el legítimo y sagrado tálamo conyugal, se enfrenta, según el pensamiento papal, a un dilema definitivo: no si violar o no una norma moral, sino si desafiar o no a Dios con el orgullo de ser los últimos depositarios de la fuente de la vida humana”. Quien escribía estas palabras en un diario laico italiano, ha entrado en el verdadero corazón del discurso pronunciado por el Santo Padre en Castel Gandolfo el pasado 17 de septiembre. Discurso que ha llevado el tema de la procreación responsable a su raíz última, mostrando la razón esencial y definitiva de lo enseñado por Humanae Vitae y Familiaris consortio.

1. “Reconocer a Dios como Dios”.

A la pregunta que todo hombre se hace a sí mismo sobre sí mismo: ¿de dónde ha tenido origen mi existencia? la fe cristiana, de hecho, toda religión, responde: de Dios que me ha creado. En el origen de cada persona humana está un acto creativo de Dios que la pone y la conserva en el ser. La afirmación de Dios creador es el corazón, el núcleo esencial de toda religión que no quiera reducirse a superstición. De ello se deriva una consecuencia de enorme alcance especulativo y práctico. Reconocer a Dios como creador no equivale solamente a afirmar una verdad sobre Dios y sobre cada uno de nosotros, sino que también y al mismo tiempo implica hacer una elección sobre nuestro bien supremo: un bien del cual no se puede pensar uno mayor. En el mismo momento en que la inteligencia conoce la verdad sobre Dios creador, esta misma verdad se impone a la libertad en la forma del mandamiento “el primero y más grande”: amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas. En la cima, las superficies de una pirámide coinciden. Metafísica, ética, religión coinciden existencialmente en el acto supremo, en la cima del espíritu creado: Dios es Dios que me ha creado. Se puede ser ateo. Pero no se puede ser teísta [i] (no digo creyente) sin, por ello mismo, reconocer que Dios es “el más importante absolutamente”, no solo en sí mismo, sino para nosotros.

Pero volvamos a la pregunta y a la respuesta iniciales, para preguntarnos aún más: ¿cuándo ocurrió el acto creativo de Dios, ese acto que me puso en el ser? Es obvio: no puede haber ocurrido sino en el origen de mi existencia, el origen que para cada hombre ocurre dentro del acto sexual que une al hombre y la mujer, ese hombre y esa mujer que son nuestros padres.

Y estamos en el punto central de la reflexión del Santo Padre. La actividad sexual, si y cuando es capaz de procrear, en su realidad más profunda es cooperación con el acto creativo de Dios. El acto sexual — si y cuando es capaz de procrear — se cruza con el acto creativo de Dios y Dios encuentra “el espacio” para realizar su voluntad creadora de la persona, precisamente en la unión sexual del hombre y la mujer. En consecuencia, si no se “ve” el ejercicio de la sexualidad humana de esta manera, no solo se malinterpreta, no solo se niega la verdad completa de la misma sexualidad, sino que también, por ello mismo, se niega la verdad de Dios creador de cada persona humana. ¡Ninguno de nosotros ha descendido del cielo directamente! Las dos afirmaciones — una sobre la sexualidad conyugal y la otra sobre Dios como creador — “simul stant aut cadunt” [ii]. De hecho, se diga todo lo que (de verdad) se debe decir sobre la sexualidad conyugal dotada de capacidad procreativa, si no se llega hasta la afirmación de que en ella está en acción Dios creador, Dios ya no es afirmado como Dios creador de nuestro ser, dado que el origen de la persona humana se sitúa precisamente en la actividad sexual. Si, recíprocamente, se profesa la fe (y/o la certeza racional) en Dios creador, pero esta certeza no nos lleva a entender la sexualidad humana como cooperación del acto creativo divino, en realidad esa profesión no es enteramente correcta: Dios no es reconocido como Dios.

Simul stant aut cadunt”: he dicho. No está en juego solo el hombre, la verdad sobre el hombre. Está en juego “el derecho” de Dios a ser reconocido como nuestro creador.

Esta fundamentación teológica siempre estuvo presente en la Tradición eclesial. El gran mérito del discurso de Castel Gandolfo es haberla explicitado, desarrollado y ofrecido a la ulterior meditación y profundización del hombre de hoy. A la luz de esta perspectiva, gran parte del debate seguido a Humanae Vitae se disuelve. Y cada uno está obligado a “descubrir las cartas”. La Verdad exige simplemente ser afirmada o negada: “tertium non datur” [iii].

2. La diferencia esencial

La consecuencia inmediata y necesaria de lo dicho es precisamente lo que constituye la enseñanza central de Humanae Vitae: la anticoncepción es intrínsecamente ilícita, la continencia periódica para realizar una procreación responsable es lícita.

La anticoncepción consiste, como todos sabemos, en privar a la sexualidad humana de su capacidad procreativa. En el acto sexual, cuando y porque es capaz de dar origen a una persona humana, está presente la actividad creadora de Dios, como se ha visto. La anticoncepción es el rechazo, la exclusión de esta divina presencia creadora precisamente de su lugar propio, del “espacio” en el cual Dios tiene derecho — simplemente porque es Dios — de estar presente. Con el acto anticonceptivo, la capacidad procreativa humana — la capacidad, no lo olvidemos nunca, de dar origen a una persona humana — es considerada como capacidad únicamente humana, que no tiene nada que ver con Dios. Es decir, la posibilidad de dar origen a una persona humana es únicamente posibilidad humana, es poder solo humano. Esta atribución — exclusiva y por ello excluyente — al hombre no es solo un error, sino una violación del orden moral fundamental. Es el rechazo de admitir que es Dios el creador del hombre. En la cima del espíritu, decía, metafísica, ética y religión coinciden. Si es verdad que es Dios el creador del hombre (verdad metafísica), esta verdad exige que la libertad humana no le impida serlo, precisamente en el momento en que Él puede crear (verdad ética), ya que Dios debe ser amado sobre todas las cosas (verdad religiosa). 

Pero por esta misma razón, la elección de la continencia [iv] periódica puede ser lícita. El acto conyugal, de hecho, realizado en los períodos infértiles — si se considera en sí mismo — no instituye esa singular relación con Dios creador de la que hemos hablado, ya que, por definición, no es capaz de dar origen a una persona humana. Sin embargo, la decisión de recurrir a la continencia periódica, para que sea éticamente lícita, presupone toda una serie de razones que en el discurso de Castel Gandolfo no se mencionan, ya que están ampliamente desarrolladas tanto en Gaudium et Spes, como en Humanae Vitae, como en Familiaris Consortio.

Lo que en este contexto debe subrayarse es la esencial distinción entre anticoncepción y continencia periódica a la luz de la verdad de la Creación. En una (la anticoncepción) se tiene objetivamente el rechazo de reconocer que Dios, y no el hombre, es el creador del hombre, precisamente en y con el mismo acto en el cual su voluntad creadora se está realizando. En la otra (la continencia periódica) — suponiendo el respeto de las condiciones éticas que legitiman la elección — no solo no se tiene ese rechazo, sino que, teniendo presente que implica, en quien la elige, una condena de la anticoncepción como tal, expresa la voluntad positiva de reconocer a Dios como Dios.

3. Conclusión: el derecho de Dios es el bien del hombre

La Iglesia existe para la gloria de Dios: para que Dios sea conocido y reconocido como Dios. Por esta misma razón, es inseparablemente para la salvación del hombre. El bien supremo del hombre, el bien del cual no se puede pensar uno mayor, es que el hombre conozca y reconozca a Dios como Dios. El hombre, he dicho. El Santo Padre no ha defendido solo al cristiano. Ha defendido la verdad y el bien del hombre, como tal, simplemente porque ha defendido el derecho absoluto de Dios a ser reconocido como Dios. Entre las dos defensas hay una relación inseparable, ya que el bien del hombre es el derecho de Dios: “Dios, separarse de ti es caer; volverse a ti, levantarse; permanecer en ti es hallarse firme. Dios, darte a ti la espalda es morir, convertirse a ti es revivir, morar en ti es vivir.” (San Agustín, Sol. 1,3; PL 32, 870) [v].

 

N.T.

[i]  Teísmo: la idea de que todas las cosas limitadas o finitas dependen de algún modo de una realidad suprema o última de la que también se puede hablar en términos personales. En el judaísmo, el cristianismo y el islam, esta realidad última suele llamarse Dios.Fuente: Lewis, H. David (2024, November 28). theismEncyclopedia Britannica. https://www.britannica.com/topic/theism

[ii] El término latino brocardo: aut simul staunt aut simul cadent o simul simul para abreviar, que significa "o se mantendrán juntos o caerán juntos", se utiliza en derecho para expresar aquellos casos en los que el fin de una determinada situación trae consigo automáticamente el fin de otra, y viceversa.El primer uso de esta expresión en los medios de comunicación, que la dieron a conocer a los no especialistas, fue con ocasión de una de las primeras crisis entre la Italia fascista y el Vaticano en torno al Concordato. Se cree que el Papa Pío XI pronunció la sentencia para expresar el hecho de que desafiar el Concordato habría hecho desaparecer todo el tratado de Letrán, reabriendo la cuestión romana. Fuente: Wikipedia contributors. (2024, October 26). Brocard (law). In Wikipedia, The Free Encyclopedia. Retrieved 17:10, December 5, 2024, from https://en.wikipedia.org/w/index.php?title=Brocard_(law)&oldid=1253498276

[iii] principio del tercero excluido. “También conocido como tertium non datur. Principio del razonamiento lógico que enuncia que entre dos proposiciones contrarias se excluye una tercera posibilidad. O “x” es “y” o “x” no es “y”. || Precepto lógico que enuncia que dos juicios opuestos entre sí contradictoriamente no pueden ser ambos falsos, de tal forma que uno de ellos es verdadero y ninguno otro es posible”. Fuente: https://diccionariousual.poder-judicial.go.cr/index.php/diccionario/principio-del-tercero-excluido

[iv] Continencia. Del lat. continentia. 1. f. Moderación de las pasiones o sentimientos. Sin.: moderación, mesura, comedimiento, templanza, morigeración, contención1, prudencia, parsimonia, sobriedad. Ant.: incontinencia. 2. f.  Abstinencia sexual. Sin.: castidad, abstinencia, pureza, privación, virtud, eutrapelia. Ant.: incontinencia. Fuente: https://dle.rae.es/continencia

[v] San Agustín. Los soliloquios. Traducción del P. Victorino Capánaga OAR. Fuente: https://www.augustinus.it/spagnolo/soliloqui/soliloqui_1.htm


Traducción de Juan Carlos Gómez Echeverr