versión española  

 
italiano
english
español
français
Deutsch
polski
한 국 어


Entrevista a una revista católica
Noviembre 1984


  1. Unidad entre fe y vida: ¿vale solo para la vida individual o también para la vida asociada?

La respuesta a esta pregunta es muy simple. Si la vida asociada es una dimensión esencial de la persona humana, como lo es, es necesario que la fe no termine su influencia cuando el hombre entra en la sociedad, ya que Cristo es la salvación de todo el hombre y en Él solo, todo el hombre se encuentra plenamente a sí mismo.

Pensar o intentar poner entre paréntesis esta que es la verdad central del Cristianismo, incluso para un solo ámbito de la vida humana, equivale a no estar realmente convencidos hasta el fondo de que Cristo sea la única salvación del hombre: es decir, a no ser cristianos.

Podemos encontrar, ciertamente, dificultades en la manera de realizar esta unidad —¿y cuándo no han encontrado los cristianos estas dificultades?— pero, como dijo Newman, mil dificultades no hacen una duda [1]. Las dificultades se resuelven no poniendo en duda esa certeza, sino, por el contrario, se vuelven insolubles precisamente cuando esta comienza a vacilar.

Y ahora permítanme una reflexión que llevo haciendo desde hace tiempo con respecto al punto de partida de toda la problemática implícita en su pregunta. Si veo la historia humana y el acontecimiento de la salvación (que tiene en su centro el acto redentor de Cristo) como dos realidades que ya tienen en sí mismas, consideradas separadamente, su significado y consistencia, el problema fundamental para el cristiano se convierte inevitablemente en saber cómo es posible “construir un puente” entre las dos, realizar una “mediación”, como se suele decir.

Para el no cristiano, que sin embargo quiera considerar el cristianismo, el problema será ver la medida en que este puede servir al proyecto histórico. El resultado será, entonces, —y aquí se hace el inevitable llamado al pluralismo— que las dos consideraciones, los dos puntos de vista, los dos trayectos encuentren un punto de encuentro común, que, para el cristiano, implica poner entre paréntesis momentos esenciales del cristianismo: justificado —y aquí el otro inevitable llamado a la autonomía de las realidades temporales— por el hecho de que una cierta dicotomía entre fe y vida asociada es necesaria.

Pero el error está en el punto de partida. La historia del hombre, fuera de Cristo, considerada no a la luz de la fe, no tiene ningún sentido simplemente porque el creyente sabe que todo ha sido creado en vista de Cristo.

El problema fundamental del creyente no es tratar de construir un puente entre dos orillas separadas, sino convertir a todo el hombre y a cada hombre a Cristo, sabiendo que todo el hombre y cada hombre es salvo solo si se convierte a Cristo. Y la conversión comienza desde la penitencia y el cambio (entendidos no solo individualísticamente), ya que la humanidad está en el pecado y llega a realizar la verdad entera del hombre en la comunión con Cristo.

En este contexto, suscribo lo que dijo Kierkegaard: “mejor mal ahorcado que bien casado”.

He mencionado algunos lugares comunes. Sin embargo, ustedes comprenden que algunas afirmaciones cambian completamente de significado dependiendo de si están inscritas en uno u otro contexto.

  1. La presencia cristiana dentro de una democracia: ¿qué límites pueden derivarse para el diálogo entre las diversas fuerzas sociales?

En primer lugar, me parece útil recordar una cosa que, dada su obviedad, a menudo corre el riesgo de ser olvidada en el plano práctico. Precisamente porque estamos en democracia, todos, por tanto también los cristianos, tienen el deber, antes que el derecho, de ser y actuar como tales. No veo, precisamente por las razones de la democracia, cómo se puede pensar lo contrario, a menos que se sea acríticamente esclavo de la convicción de que ser cristiano es un peligro para la democracia. Y luego me gustaría hacer otra reflexión. La Iglesia debe bajar a las catacumbas, pero solo cuando se ve obligada; no puede ser una Iglesia que elige retirarse a las catacumbas (“Lo que oísteis en el oído, gritadlo desde los tejados”). En el primer caso se convierte en una Iglesia de mártires, en el segundo una Iglesia de traidores.

  1. Si la presencia cristiana afirma su identidad en la legislación, ¿es integrista?

La respuesta a esta pregunta me permite completar la anterior. Comenzaría diciendo que no es la fidelidad a la propia identidad cristiana la que crea problemas a una verdadera democracia, sino lo contrario, es decir, la infidelidad de los cristianos al Evangelio.

Si Cristo es el Redentor del hombre, no existe valor verdaderamente humano que no sea salvado y elevado por Él. Entonces, cuando el cristiano es un verdadero discípulo de Cristo, ningún valor le es ajeno: lo reconoce, lo acepta, lo defiende, lo promueve.

San Gregorio de Nisa, uno de los más grandes pensadores del Cristianismo, escribió que la cultura, antes de encontrarse con Cristo, es como una mujer embarazada que no logra y no puede dar a luz la vida que lleva en sí.

Es obvio que si el cristiano quisiera imponer con una ley del Estado lo que es específico y exclusivo de la fe cristiana, cometería un grave error: eso sería integrismo. Pero que el cristiano pueda y deba intentar insertar en el tejido social ese universo de valores éticos que no son más que las exigencias incondicionales y absolutas de la verdad del hombre, me parece indiscutible.

Decir que esto es integrismo significa o creer que tales valores y una verdad similar no existen, o ser relativistas, o que, aunque existan, no deben tener ninguna incidencia en la planificación y la construcción de lo social humano. ¡Entonces qué pobre sociedad se quiere construir! Pobre humanamente, pobre culturalmente, aunque, por casualidad, rica en cuanto a eficiencia.

La reflexión de Gregorio de Nisa nos recuerda que esos valores una cultura verdaderamente humana ya los ha concebido: Cristo los trae a la luz, generando así al hombre. Somos sus discípulos cuando sentimos esta responsabilidad.

Pero no debemos olvidar que, tarde o temprano, la fidelidad a Cristo nos enfrenta con el mundo. Pensar en una presencia cristiana con la que siempre se esté de acuerdo con todos es la más terrible ilusión.

Una comunidad cristiana así, una comunidad que ha eliminado el “caso serio”, ya no necesita persecución para hacerla inofensiva: ya se ha destruido a sí misma. ¿O también esto es integrismo? Entonces también era integrista San Pablo cuando hablaba del escándalo y la locura del Evangelio y cuando decía que si agradara a los hombres, no habría sido siervo de Cristo.

Creo que durante sus dos mil años de vida, la Iglesia nunca ha tenido que enfrentar una persecución diabólica más poderosa que esta: el hecho de que algunos cristianos crean que la máxima fidelidad a Cristo implica no confesarlo más delante de todos y en cualquier lugar. Solo el demonio podía inventar una mentira semejante.

  1. ¿Cómo interpreta la presencia cristiana en el mundo del trabajo: acto de solidaridad o un acto de ayuda a la recuperación de la identidad cristiana en la sociedad?

Me parece que debe ser una ayuda a la recuperación de la identidad cristiana y, solo así, se convierte en verdadera solidaridad con el hombre. El hombre que se confiesa ante los talleres Lenin, es el mismo que no cederá frente al frío del gulag totalitario marxista: la experiencia y la historia de Solidarność[ii] nos enseñan muchas cosas. No es casual esta coincidencia en el mismo hombre, si todo lo dicho anteriormente es cierto. De lo contrario, el compromiso con el amo de moda, con el conductor del día, será inevitable.

  1. La crisis de las ideologías: ¿qué reflejo tiene en la sociedad?

Primero, habría que ponerse de acuerdo sobre el significado que se le da al término ideología, que hoy se ha vuelto realmente polivalente. Me parece que la pregunta hace referencia al hecho, observado por muchos, del colapso, especialmente entre los jóvenes, de muchos ídolos o mitos.

El momento es delicado y verdaderamente "crítico". Una vez di una conferencia en una universidad española. Al final, una joven se levantó y dijo muy simplemente: "Les hemos pedido y pedimos pan, no nos den una piedra; les hemos pedido y pedimos pescado, no nos den un escorpión". Y se sentó.

Esta es la situación: un deseo de verdad está resurgiendo en el corazón del hombre de hoy, especialmente en los jóvenes. Por eso, toda una cultura que había considerado, en su estéril relativismo, como una conquista el haber dicho que no la verdad, sino la libertad, era el único valor, ya no tiene nada más que decir: nada.

Al destruir el sentido de la verdad, ha privado al hombre de la posibilidad de ser libre, porque, como escribió Agustín: "Somos libres porque nos subordinamos a la verdad". Esta cultura, afortunadamente, ha terminado en el corazón del hombre concreto, aunque aún tenga sus vueltas académicas y domine en los grandes medios de comunicación de masas.

¿Nos hemos preguntado alguna vez por qué Juan Pablo II es el único que, sin ninguna fuerza humana, logra reunir a su alrededor a millones de personas? Creo que es porque simplemente dice la verdad, la verdad de Cristo al hombre sobre el hombre.

"Pero él habla al corazón y desde el corazón", me dijo un campesino filipino muy pobre, después del viaje apostólico a Filipinas. Y recordé a San Pablo, cuando habla de una ley escrita en el corazón de cada hombre, y a San Agustín cuando escribe sobre una verdad que habita dentro del hombre.

Existe esta profunda espera tanto en la culta estudiante española como en el ignorante campesino filipino: está en el hombre.

Esto —o al menos también esto— es el reflejo de la crisis de las ideologías: una pureza en el deseo del corazón del hombre, en su deseo más profundo, el deseo de conocer la verdad.

Y Cristo es esta verdad, y nosotros los cristianos somos —vasijas de barro con un tesoro tan precioso dentro— sus misioneros.

 

N.T.

[i] Texto y contexto de la cita: “Nor had I any trouble about receiving those additional articles, which are not found in the Anglican Creed. Some of them I believed already, but not any one of them was a trial to me. I made a profession of them upon my reception with the greatest ease, and I have the same ease in believing them now. I am far of course from denying that every article of the Christian Creed, whether as held by Catholics or by Protestants, is beset with intellectual difficulties; and it is simple fact, that, for myself, I cannot answer those difficulties. Many persons are very sensitive {239} of the difficulties of Religion; I am as sensitive of them as any one; but I have never been able to see a connexion between apprehending those difficulties, however keenly, and multiplying them to any extent, and on the other hand doubting the doctrines to which they are attached. Ten thousand difficulties do not make one doubt, as I understand the subject; difficulty and doubt are incommensurate. There of course may be difficulties in the evidence; but I am speaking of difficulties intrinsic to the doctrines themselves, or to their relations with each other. A man may be annoyed that he cannot work out a mathematical problem, of which the answer is or is not given to him, without doubting that it admits of an answer, or that a certain particular answer is the true one. Of all points of faith, the being of a God is, to my own apprehension, encompassed with most difficulty, and yet borne in upon our minds with most power” (Newman, J.H. (1865). Apologia pro vita sua.Chapter 5. Position of my Mind since 1845. https://www.newmanreader.org/works/apologia65/chapter5.html )

Traducción propia: “No tuve ningún problema en aceptar esos artículos adicionales que no se encuentran en el Credo Anglicano. Algunos de ellos ya los creía, y ninguno de ellos fue una prueba para mí. Hice una profesión de ellos en mi recepción con la mayor facilidad, y ahora los creo con la misma facilidad. Por supuesto, estoy lejos de negar que cada artículo del Credo Cristiano, ya sea sostenido por católicos o protestantes, está lleno de dificultades intelectuales; y es un simple hecho, que, para mí, no puedo responder a esas dificultades. Muchas personas son muy sensibles a las dificultades de la religión; soy tan sensible a ellas como cualquiera; pero nunca he sido capaz de ver una conexión entre comprender esas dificultades, por muy intensamente que sea, y multiplicarlas a cualquier grado, y por otro lado, dudar de las doctrinas a las que están adheridas. Diez mil dificultades no hacen una duda, según lo entiendo; la dificultad y la duda son inconmensurables. Por supuesto, puede haber dificultades en la evidencia; pero estoy hablando de dificultades intrínsecas a las doctrinas mismas, o a sus relaciones entre sí. Un hombre puede estar molesto porque no puede resolver un problema matemático, cuya respuesta le sea o no dada, sin dudar de que admite una respuesta, o de que una respuesta particular es la verdadera. De todos los puntos de fe, la existencia de un Dios, según mi comprensión, está rodeada de más dificultad, y sin embargo es la que se impone en nuestras mentes con más poder”.

 

[ii] “La Unión Sindical Independiente y Autogestionada “Solidarność” es el sindicato más grande de Polonia con una amplia experiencia. Fue fundada como resultado de las protestas de los trabajadores y establecida sobre la base de los Acuerdos de GdaÅ„sk firmados el 31 de agosto de 1980 por el Comité de Huelga Inter-Empresas y la Comisión del Gobierno. El objetivo del sindicato es defender la dignidad, los derechos y los intereses laborales de los miembros del sindicato, incluyendo la protección de los derechos de los empleados en cuanto a su trabajo, remuneración, condiciones sociales y de vida, y salud y seguridad ocupacional, proporcionando condiciones para que los trabajadores mejoren sus cualificaciones, protegiendo los intereses de salud, materiales, sociales y culturales de los miembros del sindicato y sus familias, actuando en el espíritu del diálogo social, influyendo en la forma de la política económica y social, promoviendo principios democráticos, fortaleciendo la familia y protegiendo la vida familiar, etc. Nuestras actividades se basan en los valores cristianos y la enseñanza social de la Iglesia Católica”. https://www.solidarnosc.org.pl/en/about-us/about-nszz-solidarnosc/


Traducción de Juan Carlos Gómez Echeverr