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Reflexión sobre el tema: "La educación al trabajo, sobre el trabajo, por el trabajo" en el ámbito del XVI Congreso territorial de la CISL
Salón de la casa de la CISL, 29 de abril de 2009


Tengo la obligación, antes de iniciar, de clarificar rápidamente la prospectiva de la siguiente reflexión. Resultarán mientras tanto límites y – espero – ventajas.

Como pastor de la Iglesia he sido llamado a custodiar el hombre en cuanto dotado de una dignidad incomparable. Custodiar el hombre sería una abstracción si no significase custodiar sus experiencias fundamentales: sus afectos, el trabajo, el sufrimiento [particularmente la enfermedad], la ciudadanía. Por lo tanto, diré algo desde el punto de vista del hombre en cuanto hombre que trabaja [Laborem exercens homo: inicia la primera de las tres encíclicas sociales de Juan Pablo II; cfr. EE 8/206]. ¿Qué cosa significa "desde el punto de vista del hombre…"? La respuesta constituye el presupuesto de todo lo que vaya yo diciendo.

1. Ya tuve la ocasión de decir que el valor fundamental del trabajo humano es de naturaleza ética, no económica [cfr. Homilía del 1 de mayo]. Considero que esta afirmación resuma todo el Magisterio de la Iglesia respecto al trabajo. Trato de explicitar algunos contenidos esenciales.

Es la persona humana el sujeto del trabajo. En el trabajo y mediante el trabajo busca la realización de sí misma, el cumplimiento de su vocación profesional, la constitución de las relaciones sociales, la promoción del bien común. Podemos decir: mediante el trabajo se constituye la cultura, entendida como el modo propiamente humano de habitar en el mundo.

Calificar el trabajo según la primordial medida ética significa que, en fin de cuentas, todo trabajo tiene como finalidad la persona que trabaja, no concebida abstractamente como individuo, sino al interno de sus relaciones originarias, en primer lugar la familia.

Partiendo desde este presupuesto, debemos tener una actitud fuertemente crítica respecto "una especifica cultura secularizada-instrumental del trabajo y una paralela estructura social que valora solamente los aspectos utilitarios del trabajo" [Pierpaolo Donati, traducción libre]. Además, cultura y estructura social son ahora conceptos que han entrado en crisis.

Es precisamente a la luz de estas reflexiones, que tienen para mí carácter de premisas, que se pone urgentemente la pregunta respecto la educación al trabajo.

2. Quien se pone la pregunta, y en toda sociedad pensadora de su futuro se debería poner esta pregunta, no puede no cuestionarse: ¿educación a cuál trabajo? Para ser más precisos: ¿a qué idea, a qué visión de trabajo?

Desgraciadamente creo no equivocarme en decir que la cultura de hoy ya no sabe responder a esta pregunta; inclusive, la considera sin sentido. Por una serie de razones, algunas de las cuales solamente me limito a enunciar.

  • La incapacidad de responder es uno de los signos más trágicos de la general incapacidad [o abdicación?] de nuestra generación de adultos de educar las jóvenes generaciones. Sin embargo, la incapacidad de educar al trabajo es un hecho gravísimo porque significa que ya no somos capaces de abrir un futuro a las generaciones jóvenes.
  • La incapacidad de responder es debida al pensar común de que "todo se ha derretido". El colapso de la identidad en la contrariedad o en la diversidad [dando a estas palabras sentido ontológico] dentro de la general indiferencia y neutralidad de cada cosa impide una seria educación.
  • La incapacidad de salir de una concepción exclusivamente mercantilista de la relación de trabajo. Conocemos bien esta concepción. La sintetizo con las palabras de Pierpaolo Donati: "el concepto de mercado del trabajo es utilizado de norma para indicar el conjunto de mecanismos que regulan el encuentro entre los puestos de trabajo disponibles y las personas en busca de ocupación. De esta manera el trabajo viene tratado en modo sustancialmente análogo a cualquier mercancía".

3. ¿Cómo salir entonces de este callejón sin salida educativo? Visto el tiempo a disposición, me limito a exponer lo esencial de la respuesta que considero verdadera.

En línea general, educar al trabajo significa no solo y no principalmente transmitir habilidades y competencias dirigidas a obtener un buen producto. Significa también y sobre todo ayudar al joven a tomar conciencia de la profesión como dimensión constitutiva de su vocación humana y por lo tanto, ayudar al joven a desarrollar sus cualidades éticas. Podemos decir más brevemente: formar al joven en ciencia y conciencia. O bien, y mejor: educarlo a personalizar el trabajo.

¿Qué es lo que esto significa para un correcto proyecto educativo?

  • Recuperar el sentido del trabajo. Este es uno de los lugares, de los momentos fundamentales de la construcción de la propia vida, y no solamente una triste necesidad de la cual no se puede evadir. Es preciso reconocer que las comunidades cristianas frecuentemente han mantenido un gran silencio respecto a esto. Y todavía dos grandes carismáticos del siglo XX, uno ya canonizado, han realizado, quizá con una mentalidad muy diferente, del tema del trabajo un momento esencial de la propuesta educativa. Hablo de San José Maria Escrivá y don Giussani. Ellos escribieron: "la cosa más noble que realiza el hombre es trabajar, es el trabajo. Pero ¿porqué la cosa más noble es el trabajo? Es la cosa más noble en cuanto que es la más adecuada al destino que tiene el Yo. El conocimiento del Yo es la grande cosa; ¡es el sentimiento del Yo la grande cosa! Entonces a uno se le ilumina también qué cosa sea el trabajo y se goza" [en Una presenza che cambia, Rizzoli, Milano 2004, pág. 169-170; traducción libre]. Existe un abismo entre una propuesta educativa al trabajo como ésta y la propuesta que normalmente hablan del camino cristiano de la vida, o del trabajo no se habla siquiera como si Dios se pudiera encontrar solamente fuera del trabajo o inclusive se habla como mero instrumento para ganarse la vida.

Hablaba de la medida ética del trabajo. Es la reconquista de esta "médula" de la doctrina cristiana del trabajo, la que nos debe estimular a todos en la búsqueda de un nuevo paradigma pedagógico del trabajo.

  • Es necesario estudiar formar de colaboración más intensa entre escuelas y empresas.

La experiencia hecha por el Liceo Malpigli con la Ducati me parece paradigmática.

De esta colaboración se beneficiarían empresas y escuelas. No me refiero solamente de las escuelas profesionales.

Las empresas. Estas tienen necesidad de tener a disposición lugares dónde poder confiadamente buscar y encontrar recursos profesionales y humanos disponibles.

Las escuelas. Estas, los docentes concretamente, tienen necesidad de ser estimulados por imput profesionales para la educación de los jóvenes.

Medidas con formaciones, visitas en las haciendas, bolsas de estudio en verano van impulsadas, pero en el contexto de aquella personalización del trabajo del cual hablaba.

Concluyo con dos reflexiones que evidencian los dos modos opuestos de concebir el, y por lo tanto de educar al trabajo.

Recientemente me ha sucedido escuchar equiparar trabajo y prostitución: ambas – decía quien las equiparaba – venden el cuerpo humano por un salario. ¡He aquí cómo termina coherentemente la lógica utilitarista del trabajo!

Un grande poeta polaco del siglo XIX, C.K. Norwia ha escrito: "El bello es tal, para convertir fascinante el trabajo" [citado por K. Woitila, Metafisica della persona, Bompiani, Milano 2009, pág. 1454; traducción libre]. El pensamiento es profundo.

El techo de la basílica de san Pedro podía haber sido construido como todos los techos, si se habría pensado solamente a su función: impedir que lloviera dentro de la basílica. Habría sido más fácil y habría costado menos.

Más aún, Miguel Ángel queriendo construir una cubierta, un techo, se dejó fascinar por una idea: la cúpula. Su trabajo no solamente fue útil. De la relación con lo bello se trasforma fascinante. Es la relación con la verdad, con la justicia, el bien, lo bello que convierte al trabajo un acto de la persona. El trabajo irradia el humanum en su especificidad: solamente el hombre trabaja.

Es el significado profundo de la grande intuición cristiana escondida en la "et" de san Benito: ora et labora. Es el equilibrio entra la contemplación y la acción.

Hemos dejado atrás, creo, la concepción meramente utilitarista; ya no nos radicamos en la tradición cristiana. Y ya no sabemos responder a la pregunta de educación al trabajo: pero esta es una de las dimensiones esenciales del gran reto educativo.


La traduzione, non rivista dal Card. Caffarra, è di Dino De Paz Cigarroa