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Primera Fiesta de la familia sobre el tema: "jóvenes educados por la relacionalidad: la familia"
Instituto Salesiano, 19 de abril de 2009


1. "Después de haber dicho esto, sopló sobre ellos y dijo: reciban el Espíritu Santo". Estimados hermanos y hermanas, ¡es grande el misterio que estas palabras evangélicas revelan! Ellas nos dicen cuál es el don del Resucitado, cuál es el fruto de la pasión-muerte-resurrección del Señor.

En el último día de la fiesta de las Cabañas celebrada por Jesús, Él "puesto en pie, gritó: "Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba el que crea en mí", como dice la Escritura: De su seno correrán ríos de agua viva. Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él. Porque aún no había Espíritu, pues todavía Jesús no había sido glorificado" [Jn 7,37-39]. Ahora Jesús ha sido glorificado, y de su cuerpo glorioso derrama el Espíritu Santo.

Este acontecimiento ocurrido el día de la Pascua también evoca otro evento, narrado de la siguiente manera en las Escrituras: "Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente"[Gn 2,7]. Es el divino soplo vital que hace vivir al hombre.

Después del pecado del hombre, "dijo Yahveh: "No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne; que sus días sean 120 años"" [Gn 6,3]. Con su pecado el hombre se ha separado de la fuente de la vida.

Estimados hermanos y hermanas, si miramos a simple vista esta constelación de eventos y palabras divinas, llegamos a una comprensión del misterio que hoy celebramos.

Es mediante el don del Espíritu dado por el Señor resucitado que la persona humana viene re-creada; se trasforma en una "nueva creatura"; se hace partícipe de la misma vida divina. San Pablo nos instruye respecto cuánto profunda, radical sea esta re-generación del hombre en Cristo mediante el Espíritu Santo. Él escribe a los Corintios: "Pues si hay un cuerpo natural, hay también un cuerpo espiritual. En efecto, así es como dice la Escritura: Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, espíritu que da vida. Mas no es lo espiritual lo que primero aparece, sino lo natural; luego, lo espiritual. El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el segundo, viene del cielo. Como el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como el celeste, así serán los celestes. Y del mismo modo que hemos llevado la imagen del hombre terreno, llevaremos también la imagen del celeste" [1Cor 15,45-48]. El Espíritu que nos ha sido donado por el Resucitado nos asemeja a Él.

Por lo tanto, no es una casualidad que al don del Espíritu Santo esté vinculado el poder dado a los Apóstoles y a sus sucesores de perdonar los pecados. El acto de redención de Cristo mediante la Iglesia, en la potencia del Espíritu Santo, no se dirige a eliminar principalmente los males causados en el hombre por el pecado: la ignorancia, la injusta distribución de las riquezas, la barbarie jurídica y otras más. Ello se dirige a quitar desde la raíz el poder mismo del mal. Liberando la libertad humana del pecado.

Este es el verdadero paso – ¡la Pascua! – del hombre terreno al hombre celeste, del hombre corrupto al hombre cristificado.

2. Estimados hermanos y hermanas, la página evangélica no narra solamente aquello que sucedió en el pasado. Narra aquello que está sucediendo ahora, en medio de nosotros.

Jesús resucitado viene, y se detiene entre nosotros sus discípulos, y sopla sobre nosotros el don del Espíritu Santo. Y entonces me viene espontáneo pensar: "Es sobre estos esposos aquí presentes que Jesús infunde su Espíritu; es sobre estos padres que celebran con alegría la Fiesta de la familia". También me viene espontáneo preguntarme: "¿qué significa el don del Espíritu Santo para ustedes esposos y padres?". Algo de grande y familiar: trataré de balbucearles algo, brevemente.

Como nos ha dicho el Apóstol, el Espíritu transforma el "cuerpo natural" en "cuerpo espiritual". Aquí no se habla de vuestro cuerpo separado de vuestra persona, sino de la persona en su integridad, cuerpo incluido. El Espíritu Santo os ha sido donado para que toda vuestra persona sea transformada, y vuestra unidad conyugal sea constituida no solo por motivos naturales – sea sellada solo en el "cuerpo natural" - sino también por la caridad misma de Cristo. Y vuestra paternidad-maternidad sea generación de la persona del hijo "a imagen y semejanza de Dios".

Estimados esposos, estimados padres: la Fiesta de la familia pone a ustedes en primer lugar, pero también a nuestra entera Iglesia una misión enorme, ciertamente no diferente a aquella de cada día, pero aquella de la cual hoy, Fiesta de la familia, os trasformáis conscientes en modo particular. ¿Cuál misión? Custodiar la verdad del matrimonio y de la familia, porque esta verdad constituye un tesoro preciosísimo de la Iglesia y de la sociedad. ¿Cómo podemos custodiarla?

La Iglesia lo ha hecho y lo hace, ciertamente, con su Magisterio: lo ha hecho Pablo VI, de venerable memoria, con la Encíclica Humanae Vitae; lo ha hecho el Concilio Vaticano II; lo ha hecho Juan Pablo II; lo hace continuamente Benedicto XVI.

Pero la más fuerte custodia la hacéis vosotros: viviendo la verdad del matrimonio y de la familia.

Por tanto, rezo al Señor Resucitado para que infunda abundantemente su Espíritu en cada uno de ustedes; para que os haga fuertes del mismo poder del Señor, que ha vencido el mundo.



La traduzione, non rivista dal Card. Caffarra, è di Dino De Paz Cigarroa